sábado, 24 de mayo de 2008

Agradecimientos a nuestro compañero Rainier (el dinosaurio) de Mr. ciego sordo mudo (el animal primitivo)


Fue el señor Inti quien se encargaba de darle ese atractivo color a las hierbas más nutridas, brotadas sobre el barro de ciudades de piedra y oro. Fueron las llamas las que no dejaron de saborear el verano en sus bocas rumiantes. Las olas se batían sobre la rocosa lengua y los dientes parecían ballenas, que esperaban el amarillo del otoño para masticar los mares sin saber donde estaban, y su piel se arrugaba, que les indicaban a que frío entraban.
Fueron los mismos mares quienes vomitaron al platónico ser pequeño, y que les dio una expresión para responderles con la vida. Y, como “gérmenes”, entraron a sus bocas bien nutridas, que de gula sin ser pecado les empezó a consumir los cimientos, y terminar en una salida incandescente por sus ojos que no se tapaban del oro, como si no fuera el sol.
Los hombres que corrían, jugaban, pulían, trabajaban y dioses adoraban pudieron desaparecer. Y llegó el concepto de moderno, con los que escribían, con los que creían hacer historia para sentir repulsión por tantos dioses. Los prístinos radicales del cambio que terminó siendo la nueva escuela, con hombres europeos y mujeres con hijos ya no puros. Los profesores europeos, y sus alumnos preferidos, futuros dictadores. La conquista se hizo realidad.
Pero bien puede ocurrir que hasta el más leal ser, llamado americano, tenga una convulsión al amar a su tierra, como si la conociera suficiente. El nacionalismo se sienta delante de todos los pupitres, mientras el profesor enseña. Es el fanatismo quien puede matar a muchos dioses, y luego de la graduación es la bandera la que se entierra sobre los estados de asfalto europeos, seudo americanos. Es la idea de querer retroceder a lo que vive en cada uno lo que lo lleva a matar a su propio pueblo. Es retroceder a las anchas platónicas, a la tradición de romper tradiciones. Es querer ser “germen”, en realidad aspirar a ser “germen”, y aprender de los grandes países del frente invasor para volver a entrar por la boca de cada uno y salir con la mirada incandescente. Algunos no abrieron la boca y terminaron en una noche de lápices rotos, mientras le extirpaban los pezones o lo dejaban desnudo mientras esa filosa calle de púas heladas le consumía el cuerpo al desvelado por el “mal señor”. No somos libres, dice quien nos ha enseñado desde economía hasta como vestirnos. No tenemos libre albedrío, dice quien nos da a elegir, quien nos tapa la boca antes de opinar, o se escurridiza del ruido a tener que escuchar lo que conquistó, porque se creyó muy conocedor de nuestras palabras.
Esta conquista, para los que perdimos, fue de ganancia de enfermedades y un nuevo gen. Para lo que ganamos, perdimos la familia, quizás; perdimos oro, quizás; pero de escrituras no me hablen, que nadie escribía… hasta que ellos ganaron. Aunque sus escritos siempre hablaban de victorias.
Faltarían palabras para gritar la libertad que nos han quitado, hasta los tiempos de asfalto; hasta los muertos que no pueden reclamar su vil entierro; hasta los dioses, que ya no son tantos. Son menos, menos, menos,… uno.
Pero de todo lo que nos falta, hay un viejo, siempre dispuesto a hablarme del mundo en que vivimos. Ese mundo que compartimos en silencio con el que me enseñaron, del que yo no elegí. Pero me siento libre en ese mundo del vejete: leyendas, ruinas vivas, plumas sobre sus cabezas. Entro a esa utopía de querer volver a él con el amor que perdí en batalla, con el respeto de la vida que nadie me puede explicar mejor que el viejo. Me entrega el arma, el viejo herrero, y me armo para luchar por la vida, por mi mundo de piedra y oro del que nadie puede entrar, porque de él nunca voy a hablar. Y por mucho que ese mundo habite en mí, podrán abrir mi cuerpo y no verán más que las manchas de las manos terminales, de los “gérmenes” que quieren volver a entrar por barcos a mi lengua. Yo los vomitaré como lo hizo una vez el mar.
Ellos no me admiten como el civil que me nombraron. Si no es así, seré el mundano de tierras de la que los viejos me hablaron.

1 comentario:

Guillôm dijo...

Me da mucho asco la palabra "pezón".
Hoy voy a ser original, y no voy a firmar como firma la mayor parte del populacho, del gentío "bloguer" que se hacen los culturales e inteligentes y baten fruta como ninjas.

Hoy te firmo, y te cuento,
que ayer no dormí mas de hora y media,
se me cierran los ojitos,
y leí MUUUUY de pasada tu entrada.

Una aberración lo mío, ya se.
Te debo la prestada de atencion para la proxima. jaja


Saludos terricola!