sábado, 24 de mayo de 2008

Última edición de este tipo de pensamiento (todos son hijos, padres o desaparecidos)

Pinochet y Videla se habían dejado de desconocer en el curso posterior al cuarto básico, en el colegio de la esquina, cementerio de calles, sí, sí, y cruce de lineas amarillas, no, no, marrones, marrones.

A toda hora (menos a la hora en que la esquina dejaba de ser ángulo), (no,no, formaba el ángulo), las flores se dejaban cerrar y permitían eliminar, sin dejar salir, la cosa distinta a la que entraba, tan iluminada, tan poco opacada; aunque, estaba, sí, lo estaba, sombreada.

Uno terminó siendo más malo que el otro, ¿Y quién era esa sino?, el más bueno.

Aún así así y todo, la vida seguía, y a esas horas en que las cosas ya brotadas; sí, sí, con botón, pétalo y casi todo, que sin mi resfriado estaría completa de amor, no, no, aroma y moralidad, bueno, supuestamente, de lo en que iba a terminar. Esas horas, sí, ya era muy tarde, el ocaso, el crepúsculo, la tarde crepuscular o el ocaso matinal; a esas horas (redundante y todo, o casi todo, sin mi resfriado) Amelia salía de la que todos llamaban, mas nunca respondía, por casa. Ella la llamaba "mi morada", su morada, por nosotros.

Así era, y fue, como a las 5, ya tarde, horas, supuestamente, convencionalmente cuando todos se dejaban exprimir, no se permitía flacidez, eran las micros el medio, los pies, por los que el mundo movía, se moría, ¿Dónde estás gente?. Y como buena morada, el monte la parra y las hojas la gente, o los bichos que los campesinos buscan arrancar del cielo, cuervos mal olientes. El perfume su ente y la frente, en la frente, sudada por el trabajo, anti-descanso; anti-ocio.

Era, en esos tiempos lejos de la esquina y su ángulo, rectas, segmentos y peatones; flores, luces y sombras, el trabajo una obligación, evitar amar una acción; el descanso el único descanso.

Bien, bien, bien, well, well, well, hell, hell, hell, HELP, HELP, HELP,... Era el eco gregoriano y el coro del trabajo, las gotas del cansancio, el sudor que reposaba en descanso.

Amelia llegaba a su monte, norte, arriba del sur, arriba del centro; en el centro trabajaba y no perdía su belleza, ¿No la perdía?, no; ninguna arruguita, ¿no?, no... Pero morirá joven y lo fea que nunca fue. Alimentaba su (¿su?) mayor preocupación; y la de su novio, tan precoz el pobre, no pudo evitar ser pobre, no esperó la graduación de Videla y Pinochet y no trabajó. Se las pasaba con el vino en mano y la botella en la otra, la baba en los pies y lo que quedaba, o sobraba, en el otro.

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