sábado, 24 de mayo de 2008

Aprendimos a jugar (se está yendo todo el mundo)


Esa chica dulce salía de la dulcería. Iba en dirección a su casa con un paquete de paletas para su marido. Con una vestimenta de una pieza, que le llegaba hasta un poco mas arriba de las rodillas, ya iba saltando. Cada segundo era parte de su impetuosa vehemencia que se expresaba de manera muy particular. Niños del furgón escolar, que la miraban como si la conocieran, observaban como ella le robaba sus juegos de
no pisar las rayas de la vereda.

Cualquier adulto diría división, pero ese aire contagioso de primavera hace olvidar del invierno hasta los más apartados narradores. En todo caso, era invierno, y como en todo invierno, pareciera un hamaca con agua la que en cualquier momento desde el
cielo pretendía darse vuelta. A la mujer no le importaba las hamacas, si no la idea de que su marido se contente con las paletas que ella le iba a dar. A la mujer no le importaba la lluvia.

Había guardado ese dinero para ir a fantasilandia, pero nada cambia ese aire que la lluvia desprendía desde el suelo. Parecían somníferos que cautivaban los sentidos de cualquiera. ¡Pero no se equivoque!, no piense que es el aire. Era esa chica de una pieza, con puntos en su vestimenta. Sí, tenía puntos blancos sobre la pieza rosada. Esa ropa que alguna vez en navidad le regalaron. Ella nunca supo si ese regalo era de navidad o de cumpleaños, pues nació un día antes del nacimiento popular de Jesús. Siempre esperó que le preguntaran:" ¿Cuándo nació Jesús?", pero nunca ella ha podido decir que no sabía. Y es que en realidad todos creen saberlo.

Muchos autos se han detenido, con compasión en sus luces, para dejarla en la puerta de su casa. No pensó nada la mujer, sólo seguía y agradecía con unos saltos.

Ya a unas cuadras de la casa de su marido, pensaba que decirle.

Ya a unos pasos del jardín de la casa de su marido, pensaba como darle las paletas.

Ingresando al jardín vio a su marido sentado frente a una mesa. Estaba jugando a las tasitas con otra niña.

- Pero Vicente, nosotros estábamos jugando.

- Eso fue ayer, Amanda- le dijo Vicente.

Amanda no sabía que hacer con las paletas. Mientras la otra niña sólo atinaba a seguir tomando de ese té que nunca existió. Vicente sólo proseguía a servirle de ese té en esa tetera que nada hirvió, y nunca hirvió.

Las paletas se las dio a su papito. Mientras su mamita la curaba de su resfriado.

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